Yo, mujer migrante
Y la magia de leer otros relatos migrantes y/o racializados contados en primera persona
Hay algo mágico en eso de leer a otras mujeres migrantes contar con su propia voz su propio relato migrante.
Supongo son ya demasiados siglos los que han contado por nosotras nuestras historias.
Demasiados siglos en los que nuestros relatos han sido y siguen siendo invalidados.
Incomprendidos.
Invisibilizados.
Exagerados.
Difamados.
Apropiados.
El último ejemplo de ello: «Chinas», una película de una directora blanca sin experiencia real sobre aquello que pretende relatar.
Como pasa en muchas ocasiones, son otras las que cuentan nuestras historias, y cuando se les señala su racismo, sacan a pasear su síndrome de salvadora blanca y victimismo aludiendo que sus intenciones eran las más sinceras y buenas del mundo, sin tener en cuenta que, más allá de la buena intención o no, lo que hicieron nada más que hace repetir estereotipos e imaginarios que construye al otro o a la otra como la mayoría nos ha querido construir siempre, condenándolos a los mismos patrones de discriminaciones de siempre.
Como la otra, sin posibilidad de salir nunca de esa otredad, de esos márgenes que hablo aquí.
Por si quieres saber más de la historia de «Chinas», te remito a la cuenta de redes sociales de mis queridos Chenta Tsai, artista sinodescendiente (quien está detrás de la cuenta de Putochinomaricon) y Quan Zhou, escritora y artista sinodescendiente (y la persona detrás de la cuenta de Gazpachoagridulce), y a los hilos de Twitter del cineasta sinodescendiente Jiajie Yu Yan, y de la periodista y poeta sinodescendiente Susana Ye, que además es una amiga muy querida, con quien he crecido en estos últimos 9 años en todo este camino de encuentro y reencuentro con nosotras mismas, de entendernos, comprendernos, construirnos y reconstruirnos desde nuestros propios relatos.
Por eso, es un placer leer relatos que fueron directamente escritas por mujeres migrantes y/o racializadas.
Aprovechando que el pasado 23 de abril fue el día del libro, te comparto algunas joyas que he tenido el placer de leer estas últimas semanas.
La primera, «Yo, Mujer Migrante», un proyecto coordinado por Zinthia Álvarez Palomino (quien está detrás de la cuenta de redes sociales @mujeresnegrasquecambiaronelmundo), y antología editada por Quinny Martínez Hernández a través de Plataforma Cero, que se presenta como un testimonio colectivo que reúne las diversas historias de mujeres migrantes que, impulsadas por innumerables razones, únicas y personales, decidieron cambiar su país de origen, ya sea de manera temporal o permanente, y actualmente viven en España.
La segunda, «Mujeres del Maíz», otra antología de relatos migrantes, editado por Plataforma Cero, que además de ser un proyecto editorial sin pretensiones de ser una editorial al uso, tiene claros valores antirracistas y feministas, y un proyecto editorial muy cuidado para con sus autores y autoras y con el mundo, fue la impulsora con el apoyo de MigrESS de la Primera Feria Itinerante del Libro Migrante, celebrado desde la semana pasada hasta el día de Sant Jordi, que cosechó un gran éxito para impulsar esas voces nuestras, de cuerpas y cuerpos migrantes y/o racializados.
Y una cuando lee estos relatos de estas mujeres tan valientes, no puede sino emocionarse, enfadarse, asustarse, sorprenderse, entristecerse, reírse, rendirse pero volver a levantarse para seguir en su propia lucha para construir y reconstruir la vida que desea en cada momento en el lugar que eligió vivir en cada momento.
Sin embargo, también una recuerda y rememora cómo de difícil fue, ha sido y sigue siendo el lanzarse a contar la historia propia.
Pues cuando tu historia es tan distinta de la historia que se cuenta a diario en la literatura, en el cine, en las series, en los medios y en la sociedad en el país donde vives y te sientes parte aunque te quieran como la eterna “otra”, en muchos momentos (por no decir casi todo el rato), una termina por dudar de la necesidad de contar su historia, por dudar de la validez y autenticidad de su relato, por dudar de su propia autoridad y agencia.
Así que, definitivamente, “escribir es para valientes” parafraseando a mi querida Quinny Martínez, que además de impulsora de Plataforma Cero y su editora, es escritora y una investigadora muy top sobre las violencias epistémicas, y una de las mujeres con mayor energía vital que he conocido hasta ahora.
Por suerte, aún con las dificultades, los retos, las discriminaciones, los miedos y las inseguridades, cada vez más hay más mujeres valientes que están dispuestas a contar sus propias historias, a través de sus propias voces.
De modo que, solo me queda invitarte fervientemente que las leas y escuches mucho mucho.