¿Negocio, emprendimiento o trabajo autogestionado?
Reflexiones sobre cómo nombrar lo que hacemos profesionalmente...
Emprender, así como la maternidad, han sido los dos lugares que he habitado en los últimos tiempos que más me han hecho cuestionarme como persona y como profesional.
Sí, he dicho cuestionarme. Con todo lo que eso implica.
Obviamente, cuando estás justo en el fondo de ese proceso de cuestionamiento, se siente muy desagradable y muy incómodo. A mí particularmente hasta me ha llevado a muchas lágrimas, varios procesos de duelos, varios ataques de estrés y de casi caer en una profunda depresión en algún momento.
De modo que, hay que reconocer que transitar ese cuestionamiento no es un camino de rosas. Y a veces necesitas ayuda para salir de allí, si tú misma no cuentas con las herramientas necesarias.
Sin embargo, cuando ya estás al otro lado, cuando ya vas aclarando tus ideas, tus pensamientos, tus creencias, tus valores y tus éticas como persona y como profesional, terminas apreciando (que no idealizando) el conjunto de ese camino, y sobre todo, terminas por apreciar el lugar nuevo al que te ha llevado ese proceso en concreto.
Porque solo atreviéndonos a cuestionar el sistema y el status quo de las cosas, podemos realmente llegar a conclusiones propias, sobre cómo queremos habitarnos, construir nuestro trabajo, nuestras relaciones, nuestra familia y nuestra vida.
De lo contrario, nos dejamos llevar por la inercia, por el piloto automático, por aquello de que “esto siempre ha sido así” o “esto siempre se ha hecho así”.
En todo este camino de cuestionamiento (camino en el que sigo transitando aún, y que creo que me llevará toda una vida por muchas veces), llegué a la conclusión de que el cómo nombramos o dejamos de nombrar aquello que hacemos profesionalmente para sostener nuestras vidas es importante.
En lo referente al hecho de crear un trabajo por cuenta propia, no es lo mismo (al menos desde mi mirada) nombrarlo como “negocio”, que “emprendimiento”, que “trabajo autogestionado”.
Porque las palabras no son neutras. Nunca.
Porque cada palabra tiene sus propias cargas ideológicas vinculadas al sistema que la ha creado y validado como tal, más allá de su propia etimología e historia.
En la sociedad actual, en el que vivimos en un sistema-mundo absolutamente patriarcal, paternalista, colonial, racista y capitalista, hablar de “negocios” y de “emprendimiento” tiene sus connotaciones específicas.
Porque implican un modelo de creación de riqueza concreta, individualista, competitivo, productivista, donde solo importa la acumulación de capital y de beneficios estrictamente económicos.
Un modelo que desatiende las necesidades auténticas y reales de las personas, que desatiende los procesos naturales de la vida y de la naturaleza, que explota las personas y la propia naturaleza, que crea un sueño colectivo de que el crecimiento individual sin límites sin interdependencia es lo que tenemos que perseguir todas y cada una de las personas de este planeta, y que si no lo conseguimos encima es culpa nuestra.
Supongo que allí está el quid de la cuestión.
Que, por un motivo u otro, ni ahora ni antes, lo cierto es que nunca comulgué con esa forma de entender el trabajo por cuenta propia, ni con esa forma de entender el crecimiento, ni la economía ni de construir el trabajo y la vida que quiero habitar.
Por esto, siempre me vieron como “la tonta”, como conté en uno de mis primeros posts/newsletters de esta cuenta de Substack.
Claro que tampoco diré que también he estado allí, en esa rueda capitalista del querer siempre más y más.
Sin embargo, desde ahora, quiero decidir conscientemente que, poco a poco el término “negocio” o “empresa” va a irse desapareciendo de mi vocabulario, excepto por cuestiones estrictamente jurídicas que tenga que usar esa terminología (¿Quiero decir?).
Con el “emprendimiento”, “emprender”, “emprendedora”, tengo aún dudas, porque en definitiva tal y como entiendo yo el emprender, lo que nombra es más una actitud ante la vida: el de poner en movimiento algo.
Sea como sea, una palabra que sí o sí irá apareciendo con más fuerza será el de “trabajo autogestionado”, terminología que encuentra sus bases teóricas y éticas en la economía feminista, ecológica, social y solidaria, donde cada vez tengo más claro que es el lugar desde el cual quiero desarrollar mi trabajo.
Un trabajo autogestionado, que sostenga mi vida pero también social, ética, moral y sistémicamente responsable con todo lo que eso implica.
Y tú, ¿También te has cuestionado estos términos? ¿Con qué término te sientes más cómoda autonombrando eso que haces profesionalmente por tu cuenta?
Me encantaría leerte.
Mientras tanto y como siempre, te envío un abrazo grande grande desde Barcelona,
Kang